lunes, 19 de marzo de 2012

Cuando el día se hizo noche

No suelo tocar aquí temas meteorológicos, pero la aparición de una foto antigua me ha traído recuerdos sobre los que he investigado.
Resulta que el 10 de marzo de 1955 (cuando ni los pemeceros habían nacido) ocurrió un fenómeno que asustó a mucha gente y se buscaron todo tipo de explicaciones, entre las que no eran pocas las que hablaban de grandes males venideros.
Resumo lo que se puede ampliar en esta página, que se refiere a Santander pero, evidentemente, es perfectamente asimilable al resto de la región.
Era jueves y desde el domingo se venían produciendo violentas tormentas: más de 100 litros de agua, en forma de lluvia, nieve y granizo, habían caído intermitentemente sobre cada metro cuadrado. Cantabria entera estaba colapsada. Los trenes de largo recorrido no conseguían pasar de Mataporquera. Los Puertos del Escudo y Pozazal permanecían cerrados al tráfico rodado. Una infinidad de pueblos continuaban incomunicados. La prensa local informaba de que en las calles de Reinosa la capa de nieve ya alcanzaba una altura de un metro y veinte centímetros y seguía nevando…
Desde el 4 de marzo los mapas meteorológicos indicaban una penetración de aire frío polar, primero marítimo y después continental. Bajo la acción de estas masas de aire muy frío, comenzó a nevar el día 6 y las granizadas, nevadas, fuertes chubascos de lluvia y tormentas se venían sucediendo continuadamente. La ola de frío avanzaba lentamente por una especie de ancho pasillo que se formaba entre las altas presiones centradas al Norte de las Islas Británicas y las bajas presiones del Mediterráneo.
En las primeras horas de la mañana se tenía la sensación de que no iba a amanecer nunca aquel jueves. Los pocos viandantes madrugadores se extrañaban de lo muy tarde que rompía el día. Momentos antes de las ocho aún era noche cerrada. Inmediatamente se hizo la luz, sin crepúsculo intermedio. Como si el sol se hubiera eclipsado durante su alborear y pasara del oscurecimiento total de una noche sin luna al alumbramiento instantáneo de un día gris de frío invierno. Nevaba y granizaba a intervalos.
A las once menos dos minutos se ensombreció repentinamente el cielo y un momento después era ya noche cerrada. Los coches circulaban en la ciudad con luces de carretera. Seguía nevando. La oscuridad absoluta persistió hasta las once y ocho minutos. Enseguida, hacia el Norte-Nordeste, se inició una luminosidad muy tenue, como de amanecida. Luego, tras un brevísimo clarear de sólo cinco minutos, volvió a nacer el día por segunda vez, en aquella mañana lóbrega que comenzaba a hacerse angustiosa.
Un cuarto de hora más tarde, a las once y media, durante quince minutos, se reprodujo de nuevo el inusitado eclipse solar. Esta vez, la oscuridad ya no llegó a ser tan absoluta como lo había sido las veces anteriores. Las nubes, poco a poco, seguían deshaciéndose en las últimas y tardías nieves de aquel marzo irrepetible.
Circularon múltiples versiones de lo sucedido. Para unos, aquel triple eclipse solar no anunciado, tenía relación con la llegada del fin de los tiempos. Otros aseguraban que las sucesivas invasiones de aire gélido llegaban de Siberia, después de fracturar y arrastrar hasta Santander la densa y oscura nube producida tras una hipotética explosión nuclear en algún campo de experimentación ruso, nube que había eclipsado totalmente al sol varias veces… La vida se fue paralizando en la ciudad. Talleres, comercios y fábricas cerraron sus puertas. Las madres acudieron a los colegios a recoger a sus hijos pequeños antes de la hora de salida. Las clases se suspendieron. Quienes podían hacerlo regresaban a sus casas apresuradamente para reunirse con la familia. Durante el resto del día la ciudad se sumergió en un expectante y extraño silencio.
Los expertos explicaron días después que el eclipse solar había sido "producido por cumulonimbos dispuestos en línea, amurallando, en parte, el sector posterior de un frente frío, mientras se desplazaban en la misma dirección que llevaban los vientos dominantes en los niveles bajos". Lo que resultó totalmente excepcional fue la concurrencia de circunstancias físicas y astronómicas de tal naturaleza que los rayos solares no habían conseguido atravesar la parte superior de hielo de algunos cumulonimbos.
La noticia no trascendió a la prensa nacional por la incomunicación total y absoluta de Cantabria, ocasionada por las tardías e intensas nevadas de aquel atípico invierno de 1955, que hasta los primeros días del mes de Marzo se había mostrado suave y confortable.
Y, como decía al principio, el haber llegado a mis manos una foto que da fe (con el título de "Comercio de Ondas el 10-3-1955 a mediodía") de semejante hecho insólito, ha sido el motivo de indagar más para compartirlo con todos vosotros.
¿No tendréis algún dato / foto / recuerdo de ese mismo día en Asturias o Galicia?

Un saludo,
Félix

1 comentario:

Amaiasg dijo...

Tengo colgada esa foto del corcho de mi escritorio, impresionante.